El aspecto actual de la iglesia de San Francesco, catedral de Rímini, responde al encargo realizado por Segismundo Malatesta, señor de Rímini, Fano y Cesena, para la construcción de un templo pagano que acogiera sus restos mortales y los de su corte, a modo de panteón. El arquitecto que diseñó la obra fue Leon Battista Alberti, uno de los humanistas más reputados del siglo XV, siendo secretario personal de tres papas. Alberti también fue el arquitecto del palacio Rucellai o la fachada de Santa María Novella, en Florencia, aunque su legado más importante es, probablemente, su obra teórica. Una de las vías que rodea el edificio lleva el nombre el arquitecto.
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Fachada del Templo Malatestiano |
El conocido como Templo Malatestiano, inacabado debido a la muerte temprana del mecenas, iba a ser un edificio copulado, con una gran rotonda en la cabecera y una fachada articulada mediante un arco de triunfo, en el que se dispondrían los sarcófagos del condottiere y su esposa. En los laterales de la fachada se abren, de nuevo, arcos de medio punto sobre un gran pódium, para albergar sepulcros, destinados a acoger los restos mortales de los hombres ilustres de Rímini. Como vemos, Alberti consigue conjugar el lenguaje clásico con algunas soluciones más modernas, envolviendo el edificio gótico original y dotando al conjunto de la grandeza que suponía acoger el panteón de la ciudad del señor de Rímini.
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Lateral del templo |
El interior del templo aún guarda reminiscencias de la antigua iglesia gótica, pero se proyecta una cubierta de madera, a la antigua, y se abren capillas, realizadas y decoradas por Matteo de'Pasti o Agostino di Ducio, siendo la más destacada la destinada a Malatesta e Issota, su esposa. Del interior, también cabe señalar que, a un lado de la cabecera, podemos contemplar un fresco de Piero della Francesca, que representa a Segismundo orando ante su santo patrón.
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Interior del edificio |
Según cuentan, Segismundo Malatesta fue un personaje violento y cruel. De hecho, era conocido como "el lobo de Rímini", pero debido a su poder y mecenazgo, nos dejó uno de los edificios más reseñables del Renacimiento italiano.
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