Cuenta la leyenda que la virgen se le apareció al papa Liberio, en el siglo IV, pidiéndole un templo en su honor, cuyo lugar sería indicado mediante un milagro. El 5 de agosto nevó sobre el monte Esquilino en el lugar donde se levantó la iglesia. Los estudios afirman que, en realidad, debió erigirse en el siglo V, sobre un antiguo templo dedicado a la diosa Cibeles, conservando la planta basilical propia de los primitivos edificios cristianos, que poseían gran influencia del arte romano tardío.
Es la primera iglesia romana dedicada al culto mariano y una de las cuatro iglesias Mayores de Roma. Debido a su antigüedad, el edificio ha sufrido algunas modificaciones desde su origen. El pavimento es medieval, el maravilloso artesonado dorado de la techumbre es obra de Giuliano de Sangallo, realizada en el siglo XV, y el baldaquino, que podemos observar al fondo, es obra de Ferdinando Fuga y fue construido en el siglo XVIII.
Posee uno de los mosaicos cristianos más antiguos conservados, que podemos admirar en el Arco Triunfal que da acceso al Altar Mayor. También alberga en su interior las primera Natividad esculpida, del siglo XIII, realizada por Arnolfo Di Cambio y, en la cripta, en un relicario en forma de pesebre, realizado por G. Valadier, de quien hablamos en post anteriores, se guardan las reliquias de la Natividad de Cristo.
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