En la colina vaticana se erige el mayor templo de la cristiandad, la basílica de San Pedro, siendo una de las cuatro iglesias Mayores de Roma, sede papal y centinela de grandes obras de arte, tanto pictóricas, como escultóricas y arquitectónicas.
Se asienta sobre una antigua necrópolis pagana, lugar elegido por encontrarse a extramuros de la ciudad. Por este motivo, el emperador Calígula, posteriormente, decide también mandar construir un circo en la misma ubicación, siendo terminado por Nerón. En el siglo IV será cuando, sobre el circo imperial, se edifique un primitivo templo cristiano, conocido como basílica constantiniana, con planta basilical de cinco naves y techumbre a dos aguas, en virtud de la creencia de que allí tuvo lugar el martirio del apóstol San Pedro. En el Renacimiento se decide reconstruir el templo y darle un aspecto adecuado para ser convertido en el más importante de toda la cristiandad, prolongándose los trabajos durante 160 años y siendo múltiples los artistas que intervinieron en las diferentes fases y partes del templo hasta darle el aspecto actual. En el cinquecento Roma no solo será la ciudad a la que van a ir los artistas a estudiar los recientes hallazgos y ruinas de la Antigüedad, sino que se renovará notablemente a manos del poder eclesiástico, creándose insitu las obras más notables del periodo.
El papa Nicolás V encarga a Leon Battista Alberti y a Bernardo Rosellino el diseño del proyecto para la renovación del templo pero, tras la muerte de este papa, las obras se paralizan. Julio II reinicia los trabajos y organiza un concurso para asignar arquitecto. Donato Bramante será el elegido con un proyecto de planta griega con cúpula central. Al morir, en 1514, el legado pasará a Rafael Sanzio, G. Giocondo y Antonio da Sangallo, que siguen el diseño anterior pero convirtiendo la planta centralizada en una cruz latina. En 1546, Miguel Ángel Buonarroti toma el relevo volviendo a la primera idea bramantina de planta centralizada, proyectando una gran cúpula inspirada en la de Brunelleschi en la catedral de Florencia, pero solventando los problemas de ésta, y siendo su interior ricamente decorado con bellos mosaicos de Giuseppe Cesari. Tras fallecer Buonarroti, la cúpula será concluida por Giacomo della Porta, que modifica el diseño de Miguel Ángel, alargando la altura y recortando la linterna.
El resultado definitivo vendrá dado por Carlo Maderno en el siglo XVII, siendo inaugurado el templo, finalmente, por Urbano VIII. Maderno vuelve a la idea de planta de cruz latina, añadiendo tres crujías. Además, será el encargado de proyectar la definitiva fachada principal que hoy podemos ver frente a la plaza de San Pedro.
A la plaza se accede a través de la Vía della Conciliazione. Fue realizada por Gian Lorenzo Bernini y mandada construir por Alejandro VII, con el objetivo de ensalzar el poder papal mediante el arte y dar el remate glorioso a este proyecto religioso. Del mismo modo, la plaza debería poder acoger al mayor número de fieles posible y simbolizar los brazos abiertos de la iglesia que recibe en su regazo a toda la humanidad para iluminarla hacia la verdadera fe. Siguiendo esta idea, Bernini realiza una primera parte en forma trapezoidal, la más cercana al edificio, y otra parte en forma de elipse, manteniendo el obelisco central, traído de Egipto y que ya se encontraba en la plaza, flanqueado por dos fuentes. Cada brazo de la plaza lo forman dos hemiciclos de cuatro hileras de columnas con capitel toscano. Estas columnatas, a su vez, sostienen un entablamento corrido y coronado por una balaustrada rematada por estatuas de santos. De esta manera, el arquitecto no solo solventa el problema de este gran espacio, sino también su desprotección del sol y de la lluvia. Además, Bernini no solo crea una monumental plaza barroca, simbólica y funcional, el artista juega también con la ilusión óptica, centrando, mediante sus formas y proporciones, el ángulo de visión del peregrino en la fachada y cúpula de la iglesia, generando, así, una sensación de acogida.
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Plaza de San Pedro |
Al adentrarnos en el templo, nos encontramos ante un espacio de grandes dimensiones en el que destaca la nave central, formada por una gran bóveda de cañón que nos lleva hasta el presbiterio. En el crucero, bajo la gran cúpula, nos encontraremos frente al monumental baldaquino de bronce macizo articulado mediante cuatro columnas salomónicas, realizado también por Bernini. Robustos pilares separan la nave central de las laterales, llamadas nave del evangelio y nave de la epístola. Ambas están decoradas con estucos, mosaicos y acogen obras escultóricas tan importantes como La Piedad, de Miguel Ángel Buonarroti, realizada en el siglo XV. El pavimento marmóreo presenta algunos elementos de la antigua iglesia, como el lugar en el que se arrodilló Carlomagno al ser coronado en el año 800.
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Nave central |
Como vemos, serían necesarias páginas y páginas para poder describir todos y cada uno de los valiosos componentes que forman este solemne conjunto arquitectónico que consiguió, tal y como pretendían sus promotores, ser el lugar más importante de la cristiandad y albergar tesoros artísticos que lo sitúan como un punto neurálgico de la historia del arte europea. Además, no debemos olvidar que en este mismo lugar se encuentran los Museos Vaticanos, compuestos por varias salas y edificios, como la capilla Sixtina, cuya colección ha ido aumentando desde el siglo XVI, fecha de su fundación.
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